No podemos adorar a Dios en el altar, si lo ignoramos a través de muchas personas que padecen hambre en las calles. Jesús dijo “lo mismo ocurre con la fe: si no produce obras, es que está muerta” (Santiago 2, 15-17). Nuestra fe debe verse irradiada en las obras de cada día, obras de amor y misericordia por todos aquellos que sufren.